Y yo no se si es maravilloso u horrible. Yo recuerdo (someramente) mi primer día de colegio. Los padres (en aquella época, mayoritariamente las madres, para qué nos vamos a engañar) nos llevaban al colegio y nos dejaban allí. Llorábamos todo lo que había que llorar, y, ale! a clase. Aclimatación ni leches. Por un lado, el sistema de ahora parece menos cruel, porque no se le enfrenta al niño directamente con un cambio brusco. Pero, por otro... a nosotros se nos enfrentaba, y tampoco nos pasaba nada. Más bien al contrario, nos curtíamos.
Esto entronca con lo que decía el otro día sobre la comida: ¿no estamos creando una sociedad excesivamente protectora? Si no nos enfrentamos con als cosas que nos pueden dañar, tampoco podemos vencerlas.
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