lunes, 8 de diciembre de 2008

El dinero no da la felicidad

Anteanoche, estaba tomando unas copas (todo sin alcohol, que hay que coinducir) por Castro, cuando me encontré con un típico personaje de las barras, que algunos saben llevar mejor que otros.

Me estoy refiriendo al típico señor mayor que se emborracha y va por bares en los que la media de edad es 40 años menor. En mi caso, tenía más de 70 años, y era comercial de un producto muy demandado en estas fechas.

Se acerco, y empezó la conversación diciendo que éramos extranjeros. En un momento, se puso a hablar de política ("porque Franco era un tío muy listo, e hizo las cosas muy bien, les dió todo el dinero a los vascos y los catalanes, y por eso tienen toda la industria", decía, y como para intentar llevarle la contraria). Enseguida, pasó a su vida personal ("porque mi mujer ha muerto hace 6 meses y mis hijos solo quieren las casas que tengo"), y, un ratito después, pasó al dinero: "porque tengo nosecuantas hectareas de tierra, porque tengo nosecuantos millones, porque con esto que he vendido estos días he ganado más de dos millones en un mes"). Y enseñaba su muestrario en la barra del bar. Lo último, las invitaciones "porque estas copas os las pago yo" (que no le dejamos), "porque cuando vengas a mi pueblo pregunta por mi y tienes casa para dormir, como si es un año", "porque cuando venda las tierras cuatro millones son para ti". No olvidemos que era un perfecto desconocido...

En este punto nos fuimos, porque el "ambiente" empezaba a ser demasiado agobiante. Pero, en todo caso, dos reflexiones: la primera, que qué triste es llegar así a esa situación (y qué triste que alguno vaya a llegar, indefectiblemente, como no corrija un poco su vida). La segunda, que suponendo que era verdad lo que este hombre contaba sobre todas sus pertenencias y posesiones, y rodo el dinero que tenía... es evidente que todo él no había servido para darle la felicidad. Porque yo me atrevo a elucubrar que ese hombre no parecía feliz, en esa situación.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Doy fé de todo lo expuesto por el señor Sanchez. Además de ser un pesado y un borracho,de su boca salía una peste que me hizo recordar tiempos pasados. Pero es curioso, se preocupaba más por nuestra higiene que por la suya, ya que nos duchaba cada vez que hablaba ( de dinero y sólo de dinero). Hubo un momento que hizo un amago de acercamiento a unas chabalitas, que eran crias hasta para nosotros, y Angel le llamó la atención. Mi reflexión es: ¿ acabará alguno de nosotros así?