Lo bueno de los reyes magos (y también sería extensible a Papa Noel, Santa Klauss, el Olentzero y a Rudolf, el reno) es que, precisamente por ser magos, pueden utilizar su magia para estar en varios sitios a la vez.
Así, se realizan cabalgatas de Reyes, gracias a esa magia, en la mayoría de los pueblos y ciudades. Y el motivo de este post es, precisamente, comparar las de los pueblos y las de las ciudades.
En las ciudades, normalmente, las cabalgatas son grandiosas, enormes, muy largas, una gigantesca carroza por Rey, otra por paje, y además, otras de refuerzo, como de los bomberos por ejemplo. O la de algún equipo de fulbol de la ciudad. Vamos, un espectáculo grandioso, de luz y color, en la que los reyes van arriba, y los noños están abajo, recibiendo una lluvia de caramelos (que provoca una guerra sin cuartel para cogerlos, en la que se ven inmiscuidos, padres, niños, y familiares).
En los pueblos pequeños, o al menos en el que vivo, la cabalgata de los REyes Magos es mucho más hogareña. Una pequeña plataforma, que remolca protexción civil, con focos, decoración y música navideña, lleva a sus mágicas majestades por todo el pueblo, con los niños siguiéndoles, hasta la plaza de la ermita, donde reciben a los niños, hablan con ellos y les entregan un regalo (acorde su edad).
Para gustos están los colores, dicen. Y, para mi gusto, yo prefiero el trato personalizado y el pequeño regalo. La cara de emoción que se le queda a mi sobrino de 2 años cuando nos cuenta que ha estado con el rey, que le ha preguntado si ha sido bueno, y nos enseña el puzle de peces, creo que vale más que todas las carrozas magnificentes y los efectos de luces... aunque entiendo que en una iudad grande, no hay margen, ni tiempo, para ese trato personalizado. Los Reyes Magos, con toda su magia, hacen lo mejor que pueden.
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