La jefa tiene unas pruebas mádicas y se ha llevado el coche. Son las nueve y cinco. El autobús ya ha pasado, y aunque no lo hubiera hecho, me pensaría muy mucho el cogerlo. Ahora mismo no llueve, así que aprovecho: Subo al tren.
Cruzando el puente, oigo el paso a nivel. Algo viene, 20 minutos antes de lo previsto. Ayer tuve el tobillo izquierdo cargado después de los 15km del lunes, pero hoy no me molesta, así que corro por la subida, veo las barreras cerradas, entro a la estación. Una 1600 se ve acercándose. Al llegar, veo el tren que arrastra: un largo mercante, con 17 cajas de arena, dos plataformas vacías, dos enormaes lingotes, y un montón de bobinas. Precioso, pero evidentemente, no es de viajeros y no me monto. Sigo esperando en la estación. Veo el Ganeko, que aun tiene un poquito de nieve. Después de 10 días.
Llega mi cercanías, clavado a su hora, y me monto. Es el 3610. Va a ser uno de los útimos viajes (si no el último) que haga por Basurto a cielo abierto: el lunes inauguran el soterramiento. Querría sacar alguna foto al correo pasando por ese tramo antes de desaparecer, pero va a ser imposible: hoy tengo mucho trabajo, y el viernes estoy de viaje. Qué se le va a hacer.
Pasamos bajo las obras de la super sur. Han puesto un trozo nuevo de puente.
Doy la enorme vuelta de la estación provisional de Basurto sabiendo que la semana que viene dejará de existir. Llego a mi despacho. Tengo que presentar unos papeles y pelearme con un trozo de código.
Hoy va a ser un gran día. Largo y fructífero.
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