viernes, 12 de febrero de 2010

Crónica de Italia II: viajando en tren

Una vez hecha la visita a Pisa, tocaba desplazarse a Roma. Pasa ello, qué mejor que coger un tren, para dos aficionados al Ferrocarril. Un viaje de unos 350 km, que, en el Intercity 505, se realizaba en unas 3 horas y media (a las que finalmente hubo que añadir media hora de retraso).

La sensación que me dieron los ferrocarriles italianos fue un poco contradictoria. Por un lado, aparenta ser un gran servicio de transporte, con muchos trenes a todos los sitios (supongo que eso será posible por tener mucha población, y muy repartida en muchas ciudades medianas, con algo más de la mitad de población, y el 80% apiñada en unas pocas grandes ciudades, como pasa en otra península cercana, eso aparenta ser más complicado). Con un buen servicio al cliente, como se trasluce de los múltiples canales de venta de billetes, (estaciones, máquinas autoventa, internet: Probamos todos, y sin ningún problema), de la megafonía en los trenes (en cada estación que recorríamos anunciaban, en inglés e italiano, el retraso que íbamos llevando, y pedían disculpas por ello), y del trato del personal que nos topamos (ya conté en la primera parte lo que pasó en el cercanías).

Pero, por el otro, los trenes estaban tremendamente sucios, mal cuidados (no desde el punto de vista mecánico, que supongo que serían perfectamente seguros, sino del estético y de la comodidad), llenos de graffitis. De hecho, y contrariamente a mi costumbre (no dar propaganda a los grafiteros que nos destrozan los trenes, porque sería ayudarles a conseguir sus objetivos, que son contrarios a los nuestros), voy a subir una sola foto para ilustrarlo:


Graffitis en el frontal, grandes graffitis en el lateral.

Y por dentro, la suciedad y la falta de mantenimiento también eran patentes. Dos detalles ilustrativos: en el IC, mi asiento estaba roto, y si intentabas moverte, se salía toda la parte horizontal. En el cercanías, la máquina de aire acondicionado estaba sucia con restos de... bueno, mejor ver la foto:

Qué tiene el aparato encima y debajo de las rejillas?

La excepción a esto era el Leonardo Express, el tren que va de Roma Termini al Aeropuerto Leonardo de Vinci (AKA Fiumicino): limpísimo, sin un graffiti... estupendo. Claro, a un precio de 11 euracos un viaje de menos de media hora...

Finalmente llegamos a Roma Termini, una pedazo de estación con 29 vías de servicio, conexión con metro y tranvías, que hace que Puerta de Atocha parezca un pequeño apeadero de feve. Con muchísimo movimiento (de hecho, tal vez demasiado: un poco agobiante bregar entre tantísima gente hacia todos los sitios). Con un montón de trenes, y mucho movimiento: cercanías de dos pisos (y de uno), trenes convencionales en push-pull con locomotora monocabina y cabina piloto, unidades de tren tipo pendolino o etr... vamos, de todo.

Y con unas pocas fotos de trenes terminamos la entrada de hoy:





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