Buenos días, Alina.
Tú no me conoces, pero acabo de ser tu cliente.
Has empezado a atenderme con una sonrisa, que encajaba perfectamente con tu melena rubia y tus rasgos centroeuropeos.
Pero de repente, ante una petición más que razonable, nos has contestado a gritos. Y nosotros sólo queríamos pagar!
Y además, después de los gritos, has tardado un montón en hacer caso a la razonable petición... si preferías que no pagáramos, con sólo habérnoslo dicho, no habríamos tenido ningún problema.
Pero a lo que voy, Alina, es a que me ha parecido que no eras consciente de lo que está pasando. A día de hoy, con la que está cayendo, eres afortunada por tener un trabajo. Y precisamente por ello, deberías esforzarte en hacerlo de la mejor manera posible. Es cierto que todos podemos tener un mal día, pero tu trabajo consiste en atender a los clientes, de la mejor manera posible. Trabajas cara al público, y hoy, tu manera de actuar no ha sido la correcta. Por favor, no grites así a los clientes. Es un consejo. No es solo por ellos, también por tí.
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