Ella es Karin. Empezó a caminar en Somport el 22 de Marzo. El 29 de Abril estaba recorriendo el Camino entre Arzúa y el concello de O Pino. Espero que para la hora de escribir estas lineas ella ya haya llegado a Santiago, y vuelto a su casa en centroeuropa, y pueda cumplir sus objetivos en la vida. La foto es ténicamente una birria, porque el móvil que me llevé no está preparado para hacer fotos dignas, pero aun así creo que Karin merece estar aquí, y merece su propia entrada.
Al salir de Arzúa, encontramos unas obras en la avenida principal. Muy polémicas, según leímos en prensa (no recuerdo en qué periódico, así que no puedo poner el link). El caso es que a cuenta de las obras, alguna indicación nos debimos perder, porque salimos del pueblo por el lado que no era. Tuvimos que retroceder, encontrarnos con más gente que le había pasado lo mismo, bajar, subir, y volver a bajar... y volver a subir... hasta que nos indicaron por dónde llegar de nuevo al camino.
El caso es que la etapa empezó ya mal. Y pronto, tanto movimiento inadecuado, empezó a pasar factura. Me quedé rezagado en la primera subida (como todos los días) y me dolía el tobillo (como todos los días al empezar la etapa, antes de que se calentara). La diferencia fue que no se calentó y dejó de doler, sino que el dolor iba a más, no permitindome ni andar correctamente. Cojeando, y a una media de velocidad de menos de 2 km/h, iba a tardar eones en llegar a Santiago. En llegando a Calzada, y cuando ya iba a preguntar dónde había un médico que me dijera si seguir o no, y en mi cabeza ya iba preparando la logística para la vuelta, y qué tendría que hacer para cumplir mi promesa, apareció Karin.
Estaba sentada tomando un café y leyendo un libro. Me había adelantado unos kms antes, preguntándome (como tantos otros) si iba bien. Cuando llegué y le conté lo que me pasaba, me dió un blister de ibuprofenos. Ella no iba a necesitarlos ya. Me recomendó una dosis más elevada de lo habitual, y decidí intentarlos. Descansar una hora, dejar hacer efecto al Ibuprofeno, e intentar andar. Si funcionaba, seguiría. Si no, llamar al médico. A Protección civil, concretamente.
Funcionó. El tobillo aun dolía, pero dentro de los límites tolerables. Podía andar. Recuperar un ritmo de entre 3 y4 km/h que hizo posible que llegara hasta Santa Irene. Y al día siguiente a Santiago.
Aunque es más que probable que nunca llegues a leer esto... Gracias, Karin. Apareciste en el momento adecuado, y me salvaste el Camino.
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Al salir de Arzúa, encontramos unas obras en la avenida principal. Muy polémicas, según leímos en prensa (no recuerdo en qué periódico, así que no puedo poner el link). El caso es que a cuenta de las obras, alguna indicación nos debimos perder, porque salimos del pueblo por el lado que no era. Tuvimos que retroceder, encontrarnos con más gente que le había pasado lo mismo, bajar, subir, y volver a bajar... y volver a subir... hasta que nos indicaron por dónde llegar de nuevo al camino.
El caso es que la etapa empezó ya mal. Y pronto, tanto movimiento inadecuado, empezó a pasar factura. Me quedé rezagado en la primera subida (como todos los días) y me dolía el tobillo (como todos los días al empezar la etapa, antes de que se calentara). La diferencia fue que no se calentó y dejó de doler, sino que el dolor iba a más, no permitindome ni andar correctamente. Cojeando, y a una media de velocidad de menos de 2 km/h, iba a tardar eones en llegar a Santiago. En llegando a Calzada, y cuando ya iba a preguntar dónde había un médico que me dijera si seguir o no, y en mi cabeza ya iba preparando la logística para la vuelta, y qué tendría que hacer para cumplir mi promesa, apareció Karin.
Estaba sentada tomando un café y leyendo un libro. Me había adelantado unos kms antes, preguntándome (como tantos otros) si iba bien. Cuando llegué y le conté lo que me pasaba, me dió un blister de ibuprofenos. Ella no iba a necesitarlos ya. Me recomendó una dosis más elevada de lo habitual, y decidí intentarlos. Descansar una hora, dejar hacer efecto al Ibuprofeno, e intentar andar. Si funcionaba, seguiría. Si no, llamar al médico. A Protección civil, concretamente.
Funcionó. El tobillo aun dolía, pero dentro de los límites tolerables. Podía andar. Recuperar un ritmo de entre 3 y4 km/h que hizo posible que llegara hasta Santa Irene. Y al día siguiente a Santiago.
Aunque es más que probable que nunca llegues a leer esto... Gracias, Karin. Apareciste en el momento adecuado, y me salvaste el Camino.
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