Corrían aun los 80, y tenía menos de 13 años. En verano, en Castro, escuchábamos Gimme Hope, de Eddy Grant, y aun no se había inaugurado la A-8 hacia Bilbao (mucho menos aun hacia Santander), aunque a veces nos dejaban entrar a recorrer la plataforma en bici.
En aquella época, tenía muy claro qué coche quería tener: un Volvo 480.
Pasaron los años, y dejó de interesarme. Después del BMW 318i (a su manera, muy parecido) decidí que me gustaban más los coches más prácticos; que los quiero altos, que no quiero ir 'tumbado' en la carretera. Así llegó el Agila, y, después, el Scenic.
A veces, sin embargo, viene la vida a ponerte juntos lo que tienes y lo que querías, a recordarte lo que fuiste y ya no eres...
en forma de plaza de aparcamiento.
Curioso.
Y preocupante.
A su manera.
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