Anoche, el Alvia que llegaba a Santiago, según dicen cargado de peregrinos y gallegos que iban a la celebración del Santo, descarriló unos 3 km antes de la entrada de la estación.
Para todos los que nos gusta el ferrocarril ha sido un shock. Mucho más duro habrá sido para los implicados, por supuesto, a quienes quiero desear (aunque es más que probable que nunca vayan a leer esto) que puedan encontrar la fuerza necesaria para superar tamaño trago.
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