El último atardecer que el arco de San Mamés vive en la única ubicación que ha conocido en los últimos 60 años ha salido brumoso, gris, oscuro. Como queriéndose unir a la triste sensación generalizada de pérdida. He querido aprovechar ese último momento para, jugando con la perspectiva, intentar representar lo que debió haber sido pero no será: nuestro arco, NUESTRO arco, integrado en la estructura del nuevo estadio. Que tengas buen viaje a Lezama, grandullón.
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