Ir caminando por la calle Diputación, y, de repente... ese olor...
Cacahuetes tostados. Calentitos. Los mismos que me daban de peque cuando jugábamos en la Plaza del Ensanche.
Eso quiere decir que en el mismo sitio los siguen haciendo. Una de esas cosas del Bilbao de toda la vida que sigue existiendo treinta años después.
No me resisto y entro. Cojo una bolsita. Me sorprendo de lo baratos que salen (por 87 céntimos tengo una bolsa maja) y los disfruto. Compartiendolos con la jefa, eso sí.
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